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¿Quién no ha experimentado miedo alguna vez? ¿Alguno nos hemos librado de sentir esa emoción? No ¿Verdad?
Y es que el miedo es una emoción primaria en el ser humano que siempre estará ahí. Surge de una percepción, real o imaginaria que pueda existir tanto en el presente, futuro y pasado.
Cuando esa percepción es real, que está ahí, delante de nuestros ojos, que la podemos tocar, aquí el miedo es un gran aliado, porque prepara nuestros mecanismos para actuar: bien sea para salir corriendo o para enfrentarnos a ello.
Pero, ¿qué pasa cuando esa percepción no es real y sólo está en nuestra cabeza? Pues que es aquí cuando el miedo se vuelve puñetero. Porque claro, el sigue el ritmo para prepararnos para enfrentarnos pero…¿A qué?
La semana pasada, una de nuestras actualizaciones de Facebook decía que: “Tu miedo termina cuando tu mente se da cuenta que es ella la que crea ese miedo”.
Es una frase que puede resultar chocante pero que es totalmente cierta.
Pensemos en cuando éramos pequeños, cuando creíamos que el coco estaba debajo de nuestra cama. Qué era lo que realmente nos asustaba, ¿Qué estuviese el coco? O ¿todo lo que creíamos que nos podía pasar? Si nos paramos a mirar esta situación del pasado o alguna del presente, en ambas contestaríamos que lo segundo: miedo a creer lo que nos puede pasar.
Y esto está solo en nuestra cabeza. Por pasar, claro que pueden pasar un montón de cosas, tanto positivas como negativas, pero nuestra cabeza, en esas situaciones sólo manifiesta o localiza o saca a relucir las cosas feas. Y, ¿por qué? Porque ese reflejo no es más de lo que hay dentro de mí (inseguridades, frenos, creencias erróneas, etc)
Y claro, si nunca llego a mirar debajo de la cama, todo lo que hay dentro de mí se va a ver muy reforzado y va a seguir aumentando, porque además de lo que venía ya de serie, ahora pensaré que soy una cobarde y una miedica. Pero si un día, saco el valor necesario o doy la espalda a lo que mi cabeza me dice…ya no seré tan cobarde y no reforzaré mis ideas y, sobre todo y en especial ya sabré lo que hay. Si es malo, ya tengo un enemigo físico al que podré enfrentarme directamente y, si es bueno que guay me sentiré y que tranquila me quedaré.
Conclusión: los miedos hay que ir enfrentándolos poco a poco, para ir viendo, si ese peligro es real o es algo que viene desde mi mochila.
Si es lo primero, ha sacar toda la artillería para gestionar ese momento y si, es lo segundo a trabajar y a quedarme un ratito conmigo para ver de dónde me surge eso, para como decirnos por el despacho: a encontrar tu mejor versión para reducir ese tipo de situaciones incómodas. Porque el miedo es potente cuando le damos permiso, si se lo retiramos, no tiene nada que hacer.;););)
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