Decir “no” es uno de los grandes temas en terapia… y en la vida en general.
El decir “no” en realidad no es ningún problema, el problema es cómo te sientes cuando lo dices, qué sientes que haces o dices a los demás con ello, y, sobre todo, qué pasará contigo si dices que no a los demás.
Esto no viene solo de ti, viene desde el mundo que nos rodea y cómo nos enseñan a manejarnos en él. Donde parece que la mejor persona será aquella que siempre está disponible para los demás, que siempre tiene para dar, que siempre dice “sí”.
Paradójicamente si te conviertes en esa persona siempre disponible, que siempre da y siempre dice “sí”, te vuelves invisible.
Suena casi hasta cruel, ¿verdad? Que quien siempre está, sea quien desaparezca. Pero la realidad es que cuando siempre estás, cuando siempre dices “si”, no es necesario pensar en ti. Se te da por hecho o hecha. Se asume que siempre estarás. Siempre.
Si en algún momento has sido esa persona, probablemente te haya ocurrido que la única vez que has dicho que no (que indudablemente habrá sido por fuerza mayor, porque no estaba decir “no” en tu naturaleza), se han enfadado contigo. Y tú has alucinado. “Para una vez que no puedo estar…”.
Y es que lo importante, como empezaba diciendo, no es decir no, es qué pasa contigo cuando lo dices: miedo al rechazo, miedo a que no quieran estar conmigo, miedo a que me dejen, a que no vuelvan a contar conmigo.
Y, para evitar todos esos miedos, a quién dices que “no” continuamente es a ti. Y peor aún, la mayor parte de las veces que lo haces ni siquiera te das cuenta, porque estás tan acostumbrada o acostumbrado a decir “sí” a cualquier demanda externa que ni siquiera sabes cómo estás tú, qué necesitas tú, o qué te estás diciendo a ti cuando dices “sí”.
Un primer paso para aprender a decir “no” es comprender para qué dices “sí”, qué quieres de los demás cuando estás dispuesto a dar. Y aquí te saldrá decirme: “pues nada”. Pero no, toda relación es dar y recibir. Toda.
Cuando dices sí, inevitablemente esperas algo a cambio, en cada interacción será diferente. Y aquí el quid de la cuestión: ese algo que pides seguramente sea algo que a ti misma o mismo no te estés dando en este momento.
Observa tus próximos “no puedo decir no” y mira qué hay detrás, qué miedo hace que a quien digas “no” sea a ti.
Si ya has aprendido a decir no, ya has visto las ventajas de hacerlo, si no, aquí te dejo las que para mí son las tres más importantes.
Beneficios de decir “no”
- Te das valor: cuando dices que “no” y eres selectivo y ofreces ayuda en tus términos, no solo no quedas mal, lo que haces es darte valor, el mensaje subliminal que envías es algo así como “yo no estoy para cualquier cosa, no estoy para todo, elige bien cuándo me necesitas”
- Generas relaciones más sanas: ¿cuántas veces te has quedado sin pedir algo por “no comprometer” a la otra persona? Si tuvieras la garantía de que todas tus personas si no pueden o no quieren algo te dirán que no, ¿a qué te sentirías más libre a la hora de pedir? Pues ellos contigo igual.
- Cuidas de ti: es la forma más básica de cuidar de ti y tu energía, no vaciarte hacia el otro si no dar conforme puedes. Recuerda, si das todo te quedas sin nada, ni para ti ni para otros.
Hay una herramienta clave para conseguirlo: el autoconocimiento
Cuanto más comprendes tus “por qué” y “para qué”, más fácil es encontrar tus estrategias personales para marcar tus límites y preferencias.
En Eva Psicología tenemos profesionales que te acompañan en este proceso de autoconocimiento y que te brindarán estrategias y herramientas que puedan ayudarte. No dudes en contactar con nosotros sin compromiso.